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Diferentes criterios para enfrentar la enfermedad de Newcastle: 3

26 November 2015

Vistos los graves daños que la afección puede ocasionar la enfermedad de Newcastle, la mejor política parece ser la vacunación. (Tercera y última parte de una serie de tres artículos).

Artículo del Dr. Hebert Trenchi, Montevideo, Uruguay.

¿Es importante para la salud pública?

El Comité Asesor Sobre Patógenos Peligrosos del Reino Unido caracteriza la enfermedad de Newcastle como de “Riesgo Nivel 2”. En él se incluyen los “agentes biológicos que puede causar enfermedad en humanos y debe ser considerados un riesgo para los trabajadores pero de difícil diseminación a la comunidad”.

Es decir que debemos considerarla como una afección de tipo profesional u ocupacional. La población de riesgo se integra con el personal utilizado en las vacunaciones, extensionistas o supervisores, veterinarios, laboratoristas o quienes trabajan en la faena y procesado de aves.

El contagio se puede producir durante la necropsia de aves enfermas o durante la faena de las mismas o el contacto directo con el virus durante las técnicas de diagnóstico o fabricación de vacuna.

Un hecho importante a considerar es que no existe el contagio humano a humano por lo que su alcance está muy limitado y se puede evitar con simples medidas de prevención e higiene.

De presentarse en el hombre las características son de una duración de 1 a 2 días en ningún caso mortal y que se reduce a lacrimación con edema de párpados que puede ser uni o bilateral, llegando a una ligera hemorragia subconjuntival, todo acompañado por dolor de cabeza, fiebre y escalofríos.

Remite con un tratamiento sintomático no específico. Los casos reportados mundialmente son un número muy reducido.

Prevención de la enfermedad

Vistos los graves daños que la afección puede ocasionar y que confiar solamente en la bioseguridad es por lo menos arriesgado, la mejor política parece ser la vacunación.

Ya al final de los años 40 del siglo pasado se comienzan a aplicar cepas lentogénicas aisladas del campo como la Hitchner B1 (IPIC 0.20) y La Sota (IPIC 0.40) como vacunas en forma viva sin atenuación de ningún tipo. (Vea la explicación de IPIC en “Diferentes criterios para enfrentar la enfermedad de Newcastle: 2”). 

En forma esquemática podemos decir que las vacunas empleadas pertenecen a tres tipos:

Vivas
Inactivadas
Recombinantes

Vacunación a germen vivo

Son sin lugar a dudas las más utilizadas. Su uso permite evitar pérdidas de animales y producción así como disminuyen la eliminación de virus por las aves pero no evitan la infección de las mismas.

Figura 2. Algunas cepas usadas como vacunas vivas y sus características
 PatotipoIPICGenotipoUso
La Sota Lentogénica 0,40 II Primario
F(Asplin) Lentogénica 0,25 II Primario
Hitchner(B1) Lentogénica 0,20 II Primario
QV 4 Asintomática 0,00 I Primario
Ulster 2C Asintomática 0,00 I Primario
VG/GA Asintomática/lentogénica 0,00 I Primario

Este grupo de vacunas ofrecen grandes ventajas entre las que podemos citar bajo costo y facilidad de aplicación. La vacunación ave por ave por gota en el ojo, usada inicialmente ofrece como ventaja con respecto a la inmunización efectiva que podemos estimar según diversos autores en un 93 % de la población.

Los lotes a nivel industrial están compuestos por miles de aves mientras que el costo de mano de obra y su capacitación es un factor cada vez más importante. Por ello se imponen los métodos de aplicación masiva: agua de bebida o aerosol/spray.

Ambas tienen limitaciones por ejemplo la calidad del agua empleada, la posibilidad de la inactivación por rayos solares, consumo desigual por los diferentes animales. En la literatura más comúnmente utilizada se considera que su efectividad ronda entre 53 y 60 %. Lo que lleva a la necesidad de aplicar en la vida de las aves más de una dosis para asegurar una buena cobertura.

La aplicación por aerosol o spray también tiene inconvenientes. La diferencia entre ambas está en el tamaño de las gotas en el aerosol aplicado. Si éstas son muy grandes, caen al piso y se inactivan con rapidez sin haber alcanzado a las aves.

Si las gotas por el contrario son demasiado pequeñas, ingresarán profundamente en el árbol respiratorio alcanzando hasta los pulmones. Cuando se utilizan cepas como La Sota en estas condiciones las reacciones post-vacunales suelen ser más fuertes.

Si las aves son portadoras por ejemplo de Mycoplasma gallisepticum o Mycoplasma synoviae, condición que suele presentarse en la industria de muchos países, las reacciones pueden ser aún peores y hasta llevar al empleo de antibióticos.

Existen algunas cepas como la QV4 y la I – 2 que son termoestables. Esto permitió usar una estrategia diferente en países donde la cadena de frío para mantener las vacunas no es la adecuada: emplearlas en el alimento. Esta ha sido una forma usada en países del África.

Dentro de las vivas tenemos además las cepas entéricas de uso muy seguro ya que no ocasionan repercusiones respiratorias aún en lugares donde el manejo del ambiente, en particular la ventilación, no es en adecuado.

Como característica general a todas las vacunas vivas está ocasionar una respuesta más rápida con anticuerpos a nivel local y circulante. Los niveles alcanzados no son altos y su duración es limitada (a una concentración efectiva para proteger) por lo que debe emplearse más de una dosis.

El valor de los anticuerpos alcanzado con una aplicación medido mediante la prueba de Inhibición de la Hemoaglutinación (HI) es de 1/8 a 1/16. Valores superiores se consideran positivos o sospechosos según el que sea criterio utilizado.

En algunos países donde la enfermedad es endémica se usan cepas con IPIC superiores a 0.70 que a los efectos del comercio internacional deberán ser informada a la OIE.

Vacunas inactivadas

Las cepas utilizadas son las lentogénicas que pueden ser inactivadas luego de su multiplicación y cosecha de huevos embrionados por formol, β propiolactona u otros agentes, de preferencia, los que causan el menor deterioro al virus.

Inicialmente el antígeno se aplicaba junto a gel de hidróxido de aluminio para lograr un mayor tiempo de contacto con el aparato inmunitario y por ello una mayor respuesta.

En la presentación se utilizan soluciones oleosas que logran un mayor estímulo al permanecer durante más tiempo disponible para las células inmunitarias. La respuesta de los anticuerpos circulantes demora más en alcanzar el máximo, 18 a 21 días pero tiene valores de HI marcadamente mayores, entre 1/64 y 1/128 empleado la técnica usual.

Las limitantes que se presentan son claras en el caso de los parrilleros ya los 21 días que demoran en alcanzar su máximo los anticuerpos son más de la mitad de la vida según el peso de faena en la mayoría de los países.

Evidentemente esto lleva a la necesidad de combinar su uso con vacunas de otro tipo por ejemplo las vivas.

En los Estados Unidos, las aves inmunizadas con inactivada deben esperar a completar posteriormente 42 días antes de su consumo.

Vacunas recombinantes

La tecnología disponible comercialmente en el mercado es la inserción de glicoproteínas del gen de fusión (F) en otro virus usado para inmunizar a las aves. Los más utilizados son el de viruela aviar y especialmente el llamado serotipo 3 de la enfermedad Marek o herpes virus de pavo (HVT).

La ventaja de este tipo de vacunas es que no ocasionan ningún tipo de reacciones respiratorias y que no eliminan virus activo al ambiente permitiendo su circulación y eventuales modificaciones posteriores.

Se pueden aplicar al día de nacidas las aves o por inoculación in ovo a los 18 días de incubación lo que requiere equipos especiales.

Planes de vacunación

Podemos hablar de un gran número de ellos adaptados a las condiciones de cada industria. En términos muy generales los dividimos en dos grupos: aves de vida corta (parrilleros) y las de ciclo largo (reproductoras y ponedoras).

En el primer caso se emplean 2 o 3 dosis vivas dependiendo de la edad de faena y el desafío presente. Es común en algunos países de América que se aplique en la propia planta de incubación una dosis inactivada y una viva por spray (Hitchner B1 o La Sota) la que luego se repite en el campo.

Para disminuir las reacciones respiratorias adversas se usa en varios países como vacuna viva una cepa entérica. La recombinante con aplicación posterior de dosis vivas es menos común. Hay que considerar que su costo es más elevado.

Para las aves de vida prolongada los planes son parecidos o similares en el caso de reproductoras y ponedoras. Incluyen 3 o 4 vacunas vivas durante el levante seguida de una inactivada antes de iniciar la producción.

Se puede reforzar con una nueva dosis inactivada entorno de las 40 a 45 semanas. En otros casos se aplican vacunas vivas en agua de bebida o spray cada 8 semanas durante toda la producción con el costo obvio de una mayor reacción respiratoria, bajas en la producción de huevo o baja en su calidad.

Con el uso de las técnicas de genotipificación y la aparición de problemas en poblaciones bien vacunadas en particular en China, Taiwán e Irán se comenzó a teorizar que una mejor inmunización se logra usando genotipos homólogos. En los casos citados el uso de La Sota no fue suficiente. Los aislamientos pertenecen a grupo VII d y se las ha llamado variantes antigénicas inmunoescapistas.

Como conclusión podemos afirmar que los planes de vacunación deben adaptarse a las condiciones locales y que en términos generales, las cepas utilizadas siguen siendo de buena efectividad. La bioseguridad y aplicación correcta de los planes y las vacunas permitirán ir ganando la batalla contra la Enfermedad de Newcastle.

¿Vacunar o no vacunar?

Como ejemplo de una forma diferente de encarar la prevención encontramos algunos países nórdicos donde la vacunación no se utiliza. Tanto en Estonia como en Suecia y Finlandia no se emplean vacunas vivas aunque en algunos de ellos se obliga a vacunar con el agente inactivado a las palomas de competencia.

Como objeción podríamos señalar que esos países no son fuertes productores y que la avicultura se desarrolla siguiendo parámetros particulares para otras afecciones como es el caso de Suecia y sus medidas para el control de salmonela.

En Uruguay desde el 16 de junio de 2001 se prohíbe utilizar cualquier tipo de vacuna en la población de aves de carne. La vacunación con germen vivo está permitida en aves de postura y reproductoras pero solamente si tienen un IPIC de 0.20 o menor.

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